Todas las personas han oído hablar de ciertas propiedades del agua, que en el fondo no son nada más que mitos que a lo largo del tiempo se han ido afianzando como “falsas verdades”. El agua es el principal e imprescindible componente del cuerpo humano. El ser humano no puede estar sin beberla más de cinco o seis días sin poner en peligro su vida. El cuerpo humano tiene un 75 % de agua al nacer y cerca del 60 % en la edad adulta. Aproximadamente el 60 % de este agua se encuentra en el interior de las células (agua intracelular). El resto (agua extracelular) es la que circula en la sangre y baña los tejidos.
Tomando como ejemplo un hombre de 70 kg, el agua representaría alrededor de 43 litros, lo que supone un 61% aproximadamente del peso total, estando dos terceras partes en el interior de las células y el resto extracelular. Esta proporción de agua del organismo varía según el sexo y edad.
El agua es vida. Este líquido esencial permite al organismo realizar funciones vitales. Posibilita el transporte de nutrientes a las células así como la eliminación de las sustancias de desecho. El agua es el medio por el que se comunican las células de cada uno de los órganos y por el que se transporta el oxígeno y los nutrientes a los tejidos, es el líquido encargado de retirar del cuerpo los residuos y productos de deshecho provenientes del metabolismo celular.
El contenido en agua del cuerpo se mantiene constante gracias al equilibrio que existe entre la cantidad de agua ingerida diariamente y las pérdidas diarias de la misma.
Las pérdidas que se producen por la orina, las heces, el sudor y a través de los pulmones o de la piel, han de recuperarse mediante el agua que se ingiere y gracias a aquella contenida en alimentos. Se necesitan por lo menos tres litros de agua al día, siendo aproximadamente la mitad la proveniente de alimentos y el resto del líquido ingerido.
Es muy importante consumir una cantidad suficiente de agua cada día para el correcto funcionamiento de los procesos de asimilación y, sobre todo, para los de eliminación de residuos del metabolismo celular.
En situaciones normales nunca existe el peligro de tomar más agua de la cuenta ya que la ingesta excesiva de agua no se acumula, sino que se elimina.
MITO: Beber agua retiene líquidos. Cuando las funciones orgánicas están funcionando bien esto no debe ocurrir, ya que el cuerpo tiene mecanismos que se encargan de eliminar el exceso de líquido por medio de la orina, así que los riñones se encargan de eso y mantienen el equilibrio hídrico. La deficiencia de agua, por el contrario sí que puede llegar a ser peligroso, ya que podría traer consecuencias como estreñimiento, problemas articulares, la piel toma una apariencia arrugada y la orina se vuelve densa y concentrada, lo que puede ocasionar cálculos y arenillas en el riñón.
MITO: Acudir a la sauna adelgaza.
Lo que ocurre en el sauna es que se pierde agua y sales minerales del cuerpo, así que al pesarse antes y después de entrar al sauna puede notarse el balance hacia abajo, no se debe creer que se ha perdido grasa, lo que el cuerpo ha perdido son líquidos que de inmediato deben recuperarse ingiriendo líquidos y bebidas isotónicas.
MITO: Tomar diuréticos adelgaza.Este tipo de medicamentos sólo deben ser tomados por estricta prescripción médica, y nunca automedicados teniendo la falsa creencia que de esta forma se puede perder peso, ocurre lo mismo que con los saunas, se pierde agua pero no grasa que es lo que debe de eliminarse del cuerpo cuando se registran niveles excesivos que evitan un estado saludable.
MITO: El agua tomada en las comidas engorda.
El agua es “acalórica”, eso significa que no aporta ninguna caloría al organismo, ya que no tiene ningún nutriente, es decir no contiene calorías. El único efecto al ingerirla durante las comidas, es que disminuye la sensación de hambre. Esto es debido a que el estómago permanece lleno y se produce la sensación de saciedad. También, el consumo de agua en grandes cantidades durante o después de las comidas, disminuye el grado de acidez en el estómago al diluir los jugos gástricos. Esto puede provocar que los enzimas que requieren un determinado grado de acidez para actuar queden inactivos y la digestión se vuelva más lenta. Si las bebidas que se ingieren con las comidas están frías, la temperatura del estómago disminuye y la digestión se se vuelve aún más lenta.
Como norma general, se debe beber en los intervalos entre comidas, entre dos horas después de comer y media hora antes de la siguiente comida. Está especialmente recomendado beber uno o dos vasos de agua nada más al levantarse, así se propicia una mejor hidratación y activación de los mecanismos de limpieza del organismo.